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sexta-feira, 29 de julho de 2011

Superticiones ¿Tú eres supersticioso?

    Las supersticiones es un tema interesante puesto que son muchas personas que caen en cualquier tipo de supersticiones sin saber su porque ni su origen.
    Napoleón temía los gatos negros y Sócrates el mal de ojo. A Julio César le aterrorizaban los sueños. Enrique VIII aseguraba que la brujería le había inducido a casarse con Ana Bolena. Pedro el Grande experimentaba un terror patológico cuando tenía que cruzar puentes. Samuel Johnson siempre iniciaba la entrada o la salida de un edificio con el pie derecho.
    Todavía hoy, las supersticiones referentes a la mala suerte impiden a muchas personas pasar por debajo de una escalera o embarcarse un martes día trece. Por otra parte, estas mismas personas, en pos de la buena suerte, suelen tocar madera.
    Hoy, cuando tanto se valoran las pruebas objetivas, pocas son las personas que, interrogadas a fondo, no admiten profesar una o dos supersticiones, o más.
    Tal vez todo esto tenga cierta lógica, ya que las supersticiones constituyen una parte muy antigua de la herencia humana.
    A lo largo de la historia, la superstición de unos ha sido a menudo la religión de otros. El hombre primitivo, al buscar explicaciones para fenómenos tales como el rayo, el trueno, los eclipses, el nacimiento y la muerte, y carente de conocimientos sobre las leyes de la naturaleza, desarrolló una herencia en los espíritus invisibles.
    Por otra parte, el milagro de que un árbol creciera a partir de una semilla, o la aparición de una rana a partir de un renacuajo, confirmaba una intervención ultraterrena.
    Con una existencia cotidiana llena de peligros y aventuras, llegó a la conclusión de que el mundo estaba poblado por unos espíritus vengativos que superaban en número a los benéficos. Por consiguiente, entre todas las creencias supersticiosas que hemos heredado tienen preponderancia los medios destinados a protegernos contra el mal.
            En nuestros días, para protegernos de ese posible mal que puede malograr nuestras intenciones, usamos acciones y utensilios que puedan pararlo, o al menos disminuirlo.
Y tú, ¿eres supersticioso? Digame tu supertición.

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